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Huérfanos de la Madre Naturaleza

Las primeras éticas han tratado el tema de las relaciones entre los individuos; Nuestra relación con la tierra es aún estrictamente económica, entrañando privilegios pero no obligaciones. La extensión de la ética a este tercer elemento en el entorno humano es una posible evolución y una necesidad ecológica.  Aldo Leopold 1949

La línea que separa lo natural de lo artificial es cada vez más difusa. Es difícil distinguir lo humano de lo que no lo es, y determinar lo que se encuentra dentro de nuestro ámbito de responsabilidad.

Cabría preguntarse porqué como dice Jane Godall ,una de las etólogas, primatólogas y antropólogas más reconocidas del mundo, los seres más inteligentes del planeta lo están destrozando. Cada uno de nosotros somos responsables y tenemos la posibilidad de hacer de nuestro planeta, o de lo que queda de él un hogar sostenible. Sólo se trata de tomar las decisiones éticas adecuadas.

Pero, ¿por qué nuestra relación con el medio ambiente es una cuestión ética? ¿Y porque debemos hablar de ética ambiental? Pues porque como citábamos al principio, lo natural y lo artificial ya no son dominios separados sino dinámicos e interrelacionados. “La artificialidad” determina nuestra responsabilidad y nuestra capacidad de intervención.

La ética ambiental trata desde un punto de vista racional los problemas morales relacionados con el medio ambiente. La cuestiones de ética ambiental tienen cada vez más protagonismo y están poniendo en apuros a las más reputadas tradiciones de pensamiento ético.

La relación del ser humano con la naturaleza ha dejado de ser una relación de respeto. Se trata de una cuestión ética porque la naturaleza ya no es independiente.

La metáfora ha cambiado, se ha invertido. La Madre Naturaleza ha dejado de ser la que acogía en su seno a los seres humanos, a los reductos de polis. Ahora es la naturaleza la que se encuentra dentro de la polis, el dominio humano lo ha colonizado todo. Por lo tanto, la naturaleza depende de nuestras decisiones, es una cuestión política. ¿Qué queda de la Madre Naturaleza?

Según afirma el autor del famoso informe Stern tenemos sólo diez años para cambiar nuestro modelo y que los daños no sean irreversibles. La educación ambiental es fundamental, para tratar de detener el proceso, pero es necesario un nuevo modelo cultural, una nueva conciencia humana.

Tenemos la intuición moral de legar el planeta en buenas condiciones a las siguientes en generaciones. La dimensión intergeneracional, es una de las cuestiones éticas fácil de intuir, es más valioso un planeta que contenga vida humana, porque la vida humana tiene valor en sí misma.

Pero para solucionar el problema de nuestra relación con la naturaleza también tenemos que tener en cuenta la dimensión internacional, las fronteras. Y es que las unidades de soberanía son demasiado pequeñas respecto a los problemas ambientales. La naturaleza no entiende de fronteras humanas. La unidad de soberanía habría de implicar a toda la familia humana. Las decisiones tienen que ser más globales. Un gobierno puede tomar decisiones respecto a sus emisiones de CO2, pero la lluvia ácida que provocan las emisiones de un país afecta a otros muchos, traspasa su frontera nacional. Los que deciden no coinciden con los afectados, este es el problema del déficit democrático.

Es urgente un cambio de conciencia, de hábitos y de pensamiento. Pasar de ser una sociedad caníbal a una sociedad generosa. La idea de sociedad caníbal es muy interesante, antropólogos como Paul levy han llegado a esta idea a través de la palabra wetiko, el término que utilizan los indígenas nativos americanos para referirse a la forma de pensamiento que se desarrolla en la personas que practican el canibalismo. Se trata del virus del egoísmo, que se basa en obtener la fuerza vital de otros. La denominada EGOFRENIA.

Este egoísmo intrínseco nos impide reconocer que vivimos una realidad interdependiente y que no existimos como sujetos separados. El canibalismo de nuestra sociedad puede no ocurrir de forma literal, material, pero sí el hecho de que muchas veces “consumimos” la vida de otros en beneficio propio.

Esta es la base de nuestro sistema económico, utilizar los recursos naturales y humanos para nuestro propio beneficio. Por eso, nuestra relación con la naturaleza y con los seres humanos está enferma. Pensemos por ejemplo en la vulneración de los derechos humanos, situación normal en muchos países del mundo.

Hace falta un nuevo pacto, una nueva conciencia humana ecológica, solidaria e interdependiente que evite que las próximas generaciones sean huérfanos de la Madre Naturaleza.

 

*Muchas de estas reflexiones están tomadas del que fue unos de mis profesores de filosofía, Catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Valladolid, Alfredo Marcos Martínez.

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