Estamos inmersos en el proceso de repensar la educación. El objetivo es preparar el futuro del aprendizaje en un contexto mundial en constante cambio y evolución. No sirven los modelos que hemos venido utilizando durante años, la educación se dirige hacia un cambio de métodos y sistemas hacia políticas educativas de base empírica basadas en la investigación y en la experiencia del alumno en el aula.

Se trata de métodos y modelos cada vez más visuales, pensados para trabajar en equipo, para fomentar la participación y la iniciativa de los alumnos. La figura del profesor pasa a un segundo plano. Las clases magistrales van teniendo cada vez menos sitio en este formato. Muchos ponen en duda la importancia de la continuidad de la figura de los maestros y profesores, ya que la existencia de herramientas y plataformas digitales pueden sustituirlos. Pero, la figura del profesor es imprescindible e insustituible. El profesor es mediador, interlocutor, y guía en el proceso de desarrollo de los alumnos. Porque en esto consiste la educación en el desarrollo del proyecto personal de vida de cada alumno.

A este respecto podemos recordar la hermosa definición de educación de María Zambrano como el esfuerzo conjunto de maestro y discípulo que salen juntos en busca de la verdad y mutuamente se animan y aguijonean.

Nuestros esfuerzos por cambiar el modo de educar hace tiempo que estaba descritos por figuras referentes de nuestra cultura como son Francisco Gíner de los Ríos, María Zambrano o recientemente Zygmunt Bauman, en su Ensayo sobre la Educación en un mundo líquido. Gíner de los Ríos insistía en que la educación se ocupaba de enseñar muchas cosas menos a pensar y a vivir. Podemos decir que fue pionero en destacar que lo importante era la experiencia del alumno; participar, vivir y sentir el proceso educativo. Acercó la figura del maestro, antes tan distante, bajó al profesor de la palestra para acercarlo al diálogo alejado del formato de clase magistral.

La educación tiene que ser entendida como tarea transformadora pero sobre todo humanizadora, en la que cada uno es protagonista de su propio proyecto de vida. Para María Zambrano, el alumno es el sujeto y no el objeto de la educación. El maestro acompaña al alumno en este camino de descubrimiento. La educación es un proyecto inacabado y fiado al futuro.

María Zambrano, la última discípula de Ortega recoge muy bien sus ideas en cuanto a que somos protagonistas y autores de nuestra vida, la educación juega un papel fundamental por su poder transformador.

Zygmunt Bauman aporta la idea de revisión de la educación en una sociedad incierta. No podemos entenderla como un misil balístico que se dirige a su objetivo para lanzar la información a modo de proyectil. Los alumnos no son el continente receptor de la información que lanzamos, son sujetos que participan y protagonizan el proceso de aprendizaje.

Se trata al fin y al cabo de recuperar el propósito de la educación, el para qué. Para loa antiguos griegos, la Paideia era el proceso de formación y educación en la crianza de los niños, entendida como la transmisión de valores (saber ser) y saberes técnicos (saber hacer) inherentes a la sociedad.

El objetivo de la educación sigue siendo el mismo, no podemos olvidar la transmisión del “saber ser”, de los valores. Que no son flores y mariposas, si no los cimientos dónde se va a apoyar la construcción de las personas del futuro. Por eso tienen que ser sólidos. Todo puede ser VUCA, o VICA (Volátil, incierto, complejo y ambiguo),menos los Valores.

En el momento de repensar la educación no podemos quedarnos sólo en los métodos y sistemas, que son herramientas dentro de este proceso. Hay que estar a la altura de los tiempos, y por eso hay que formar generaciones de valientes, preparados para enfrentarse a decisiones difíciles, a nuevos retos. Formar a personas y profesionales que sepan mirar con nuevos ojos, desde una nueva perspectiva, y en tres dimensiones(3D): ética, medioambiental y social.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible Nº4 nos llama a comprometernos, a ser responsables de lograr una educación de calidad, inclusiva y equitativa para todos. Una de las metas de este Objetivo, la meta número 7 es la tarea de garantizar que los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el Desarrollo Sostenible. Si de verdad queremos que algo cambie, por aquí hay que empezar. Es tarea de todos repensar la educación y recuperar su verdadera esencia.

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