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Por un futuro más sostenible y más humano

Desde la Ilustración hemos separado lo académico y lo científico de todo lo que tiene que ver con la la creatividad,  las emociones, en definitiva con “lo humano”.

El hombre ha pensado que para “progresar” no hace falta la ética, ni la filosofía, ni el arte, sólo la formación técnica, que no se dedica a pensar, y que está orientada a producir.

En los últimos meses, Japón ha propuesto eliminar de la Universidad las carreras de humanidades, en favor de una educación más práctica que propone reactivar la economía del país. ¡Qué gran paradoja! Por lo visto, ni  la economía, ni ninguna ciencia técnico-productiva tiene que entender de lo humano.

Pero entonces, ¿por qué la ciencia se esfuerza en encontrar soluciones para que tengamos una vida más larga y mejor?,  ¿es que importa el valor de la vida humana?,¿Cómo podemos medirlo?; ¿Por qué buscamos el progreso y el desarrollo de las ciudades, sino nos preocupamos por la armonía de la convivencia social?

Hemos perdido de vista el propósito, la finalidad del progreso que es el desarrollo humano. Y no hemos tenido en cuenta que hay que actuar con responsabilidad.

Una sociedad que no aprecia y que no comprende estos valores intangibles, no puede desarrollarse verdaderamente. Todo el  esfuerzo  orientado a un progreso meramente productivo o capitalista, está abocado al fracaso.

Por este afán de progreso alejado del humanismo, el hombre ha cambiado su  relación con la naturaleza, con el planeta y consigo mismo.

El progreso tecnológico es cada vez mayor y sin embargo, parece estar reñido con el progreso de la naturaleza, incluida la propia naturaleza humana. Hemos usado los recursos naturales de una forma irresponsable y utilitarista, sin querer detenernos a pensar en las consecuencias.

Vivimos en una sociedad global, cambiante. Hablamos de Mundo VUCA, de sociedad líquida, conceptos que pretenden describir un mundo volátil, en el que los valores y las instituciones son débiles y en el que la incertidumbre es la única certeza.

La buena noticia es que en este contexto están surgiendo muchos movimientos sociales a nivel global que lo que pretenden es restaurar la relación del hombre con la técnica y con la naturaleza, volviendo a la esencia.

Todos estos movimientos activistas y de pensamiento tienen distintos nombres: Responsabilidad Social, de sostenibilidad, de capitalismo consciente, de economía del bien común, de Business ethics,… pero tienen un mismo propósito, buscar el progreso pero de una forma verdaderamente humana y sostenible.

El objetivo es promover un cambio social positivo involucrando a todos los entes sociales, como empresas e Instituciones porque tienen un gran poder en la economía y en la sociedad. Las empresas están dando grandes pasos en este sentido, y aunque queda mucho por hacer, cada vez es mayor el número de empresas orientadas a valores que cambian la tiranía del cortoplacismo por un propósito social.

Las compañías necesitan transmitir valores como confianza, honestidad, integridad y colaboración” Dov Seidman

Estos Valores que pretenden definir la forma de “hacer” de la empresa, y su cultura corporativa son bienes intangibles, es decir, difíciles de medir. Muchas compañías que van dando pasos hacia la dirección por Valores se enfrentan al reto de la evaluación, de cómo vincular los valores al rendimiento, de cómo evaluarlos o medirlos si son intangibles. La tiranía de la evaluación, el retorno y las métricas nos impide muchas veces actuar y sobre todo, progresar.

Las empresas comienzan a ser valoradas y reconocidas precisamente por los aspectos que menos tienen que ver con la economía, que más tienen que ver con la humanidad, y que impactan directamente en su reputación. Las empresas hacen Responsabilidad Social empresarial para ser queridas y reconocidas.

“Ya no sólo hay que ser bueno si no parecerlo”, y las acciones de sostenibilidad inciden directamente sobre la reputación corporativa y el valor de marca. La comunicación es fundamental e influye en la percepción de los consumidores, accionistas e inversores.

Pero el verdadero motor de cambio y lo que tiene que ser la tendencia hacia el futuro es el protagonismo de la ciudanía en general  y de cada persona en particular. La Responsabilidad empieza por uno mismo, y cada uno de nosotros tiene que ser protagonista de este giro humanista.

Hablar de ciudadanía es hablar de derechos y de responsabilidades, y el derecho más importante, es el derecho al desarrollo humano y sostenible.

El desarrollo sostenible del que tanto hablamos tiene un sentido de trascendencia, de pensamiento a largo plazo. Es decir, ha de ser posible también para las generaciones futuras.

En el mismo concepto de desarrollo sostenible está implícito el de Responsabilidad. El hombre es el único ser que tiene responsabilidad, esto exige prudencia y cálculo de riesgos en nuestros comportamientos, ya que todos y cada uno de ellos tienen consecuencias.

Alvin Toffler en su obra “La Tercera Ola”, insiste en la idea de que todos tenemos responsabilidad en la construcción de una sociedad mejor.

Tenemos que añadir el criterio de moderación y de prudencia a nuestra conducta, a nuestra vida humana. Son muchas las voces que hablan de consumo responsable, por eso es tan importante el papel de cada persona individual, de la ciudadanía consciente y concienciada.

Hans Jonas, filósofo alemán del siglo XX, actualiza el imperativo categórico Kantiano introduciendo un sentido de legado o trascendencia que viene a decir que “los efectos de nuestras acciones han de ser compatibles con la permanencia de una vida verdaderamente humana en nuestro planeta. Bien podría ser otra definición de Desarrollo sostenible, que tiene en cuenta la responsabilidad personal y la visión a largo plazo.

La sociedad en general y la opinión pública a nivel global, es cada día más consciente de esta realidad, de que ya no todo vale y de que es necesario cambiar nuestra forma de actuar. Por eso, empezamos a exigir que las empresas y las instituciones lideren este cambio de actitud y de comportamiento, y que utilicen su poder en favor de la Sociedad.

Desde Platón sabemos que lo realmente valioso es lo más alejado de nuestros sentidos. Las Ideas de todas las cosas que residían en el Mundo Ininteligible, el Mundo de las Ideas, y dónde sólo se llega a través de la parte más excelente del alma, la Razón.

Tal vez éste ha de ser nuestro objetivo, una búsqueda de la excelencia, un sociedad madura, que deje de preocuparse por cuantificar. Una evolución enfocada a los valores intangibles, a lo sublime y alejada del materialismo. Tenemos que llegar a ese nivel de madurez que nos haga ver que lo importante es ir más allá, es la razón y la finalidad.

Nuestras empresas empiezan a ver la necesidad apremiante de humanizarse, es decir, de poner en valor todos esos aspectos intangibles. La buena noticia es que los bienes intangibles son un una fuente inagotable de recursos para las empresas, al contrario de lo que sucede con los bienes materiales. Lo intangible no es limitado, por tanto, estos recursos, son una magnífica oportunidad de diferenciación, y pueden ser una ventaja competitiva para la Marca. La creatividad es un aspecto importante, podemos hablar en el presente de una Economía creativa de los intangibles. Una economía que crea valor.

La humanización de la economía tiene que ver con la evolución del capitalismo, con el salto hacia el capitalismo consciente y responsable. Edgar Morin dice de “la Economía que ha de tener rostro humano”. Es una ciencia matemática exacta que sólo sabe de crecimiento, pero una ciencia alejada de lo humano que ignora otras variables como la solidaridad.

 

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Un nuevo Renacimiento ha de ser la tendencia de futuro, dónde no se separe lo humano de lo científico, lo racional de lo emocional, la creatividad de lo académico. La economía ha de ser más humana y creativa y ha de tener en cuenta todo lo intangible que implica el desarrollo.  Un verdadero cambio que nos conduzca hacia el humanismo empresarial de la mano de la Responsabilidad, un llamamiento a la movilización de la ciudadanía para construir un mundo mejor. Una vuelta a la esencia humana, pero sabiendo que “Lo esencial es invisible a los ojos” (El Principito).

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